TANZANIA Y ZANZÍBAR

TANZANIA Y ZANZÍBAR: África en la memoria
La zona habitada por guerreros Masai constituye, junto con el lago Manyara, la ruta clásica de los amantes de los safaris fotográficos, que en ocasiones pueden combinar sus recorridos con una estancia en la mítica Zanzíbar.
La cumbre del Kilimanjaro con sus nieves perpetuas domina buena parte del norte de Tanzania donde se extienden las llanuras del Serengueti con su rica y variada fauna salvaje y el Cráter del Ngorongoro, un ecosistema único en el mundo donde también se encuentran gran cantidad de leones, elefantes, rinocerontes, ñús, cebras y otros animales en libertad. Situados en la parte norte de Tanzania, muy cerca de la frontera con Kenia se extienden dos de las zonas con mayor riqueza faunística del planeta. El Ngorongoro y el Serengueti. Es por ello que muchos safaris, palabra que significa «viaje» en lengua kiswahili, se centran en dicha área y comienzan en la capital keniata Nairobi, para atravesar la frontera con Tanzania en la localidad de Namanga e iniciar su periplo en busca de la libertad animal perdida. La localidad de Arusha constituye la base de operaciones para iniciar el periplo y tras pasar por el Lago Manyara se alcanza el Área de Conservación del Ngorongoro.
El cráter del Ngorongoro
En el interior de su cráter cabría entera la ciudad de París. Se trata de un inmenso cráter volcánico de 20 kilómetros de diámetro formado por paredes de 600 metros de altura. Se originó hace dos millones y medio de años, lo que en términos geológicos resulta más bien poco. Pudo haber rivalizado con el Kilimanjaro en altura, pero sus chimeneas se llenaron de roca sólida y la lava se fue extendiendo por otras zonas. A medida que dicha lava se iba depositando, se desarrollaron grietas circulares y el cono se hundió hacia dentro para dar lugar a la gran caldera. Declarado Patrimonio de la Humanidad en 1978, ha sido comparado con el Arca de Noé o el Jardín del Edén.
Cuando, procedente del Lago Manyara se asciende por su ladera exterior, la temperatura va 22 / Mundo inédito La zona habitada por guerreros Masai constituye, junto con el lago Manyara, la ruta clásica de los amantes de los safaris fotográficos, que en ocasiones pueden combinar sus recorridos con una estancia en la mítica Zanzíbar. Descendiendo y la vegetación se hace cada vez más exuberante. La niebla acaricia las copas de los árboles y los sonidos de los primates rompen el silencio reinante. Cuando se alcanza el perímetro superior, cuyo borde varía entre los 3.000 y 4.000 metros de altura sobre el nivel del mar uno se encuentra ante una de las grandes maravillas del planeta. El lago Magadi se extiende en el interior del cráter y a su alrededor manadas de búfalos y ñus pastan a sus anchas en este pequeño mundo aislado y relativamente poco afectado por la presión humana. Hay que emplear prismáticos para ver las manadas.
El viajero que llega por primera vez, todavía no es consciente de lo que hay en el interior de la gran caldera, ni de que son necesarios 45 minutos en todo terreno para descender hasta ella. Ni que posiblemente al día siguiente recorrerá intensa-mente sus senderos para observar los leones y leopardos que representan los grandes predadores del habita y los rinocerontes, que conjuntamente con estos últimos resultan los animales más difíciles de avistar. Porque flamencos, cebras, elefantes, impalas, hipopótamos, gacelas y otros muchos, se sucederán frecuentemente en este escenario único del que generalmente nunca salen. Un Arca de Noé aislada que nos da la justa medida de cómo debía ser el continente africano antes de la presión humana. Quizás algo muy parecido al paraíso, donde la única ley que rige es la de la perpetuación de las especies.
Hoy en día los Masais tienen derecho de pastoreo en algunas zonas y por ello en ocasiones introducen sus rebaños en el mismo, vigilantes de que ningún predador se acerque. Por ello el Ngorongoro está clasificado como área de conservación y no como parque natural, pero se erige sin duda como uno de los pocos lugares privilegiados de nuestro planeta donde la naturaleza se muestra tal como es. Los poblados Masai En la ladera exterior del Ngorongoro, y cuando se va descendiendo hacia las grandes llanuras del Serengueti se encuentran una serie de poblados Masáis que permiten conocer de primera mano el modo de vida de este pueblo nómada y orgulloso, cuya subsistencia gira alrededor de sus rebaños. Dotados de una reputación de feroces guerreros fueron diezmados a finales del siglo XIX por el hambre y las enfermedades, a la vez que sus re-baños disminuían como consecuencia de la peste bovina y cada vez más han visto reducido su territorio debido a la presión de otras tribus sedentarias y de las decisiones gubernamentales, tanto en épocas coloniales como en el pasado más reciente. Una de sus tradiciones más arraigadas consiste en que cuando los varones alcanzan la edad de 14 años, son convertidos en guerreros «boran», para lo que tienen que pasar una temporada en la sabana buscándose su comida y defendiéndose de los animales salvajes tras el rito de la circuncisión.




El rojo de sus vestidos y la belleza de los collares que lucen sus mujeres hacen las delicias de los fotógrafos. Antes de llegar al Serengueti propia-mente dicho se puede hacer una parada en la Garganta de Olduwai, donde en 1959 la familia Leakey descubrió unos fragmentos fósiles del cráneo de un antepasado del Horno Sapiens cuya antigüedad calcularon en 1,8 millones de años y que bautizaron como Horno Habilis, según ellos el origen de la humanidad moderna.
Las llanuras del Serengueti
La ruta principal desde el Ngorongoro hasta el enclave de Seronera discurre por una carretera de gravilla a través de la llanura, con algún kopje, o pequeña elevación cubierta con grandes bloques de granito que sostiene algún que otro árbol. Representan buenos lugares para observar todo el entorno, que ocupa una extensión de 14763 kilómetros cuadrados y limita con Masai Mara en la vecina Kenia.
Se trata «simplemente» de la mayor concentración de animales salvajes de la tierra, con cifras que rondan el millón quinientos mil ñus, el millón de gacelas de Grant y Thomson, las doscientas mil cebras, setenta y cinco mil impalas, seteinta y cuatro mil búfalos, sesenta y cinco mil tapis, dieciocho mil elands, nueve mil jirafas, cinco mil elefantes, cuatro mil hienas, tres mil leones… por solo poner algunos ejemplos.
Uno de los mejores momentos para visitar el Serengueti es a finales de mayo, cuando finaliza la época de lluvias y durante los meses de junio y julio, cuando cebras y ñus se dirigen hacia el norte en zigzag comiendo cuantos pastos encuentran a su paso y atrayendo a la mayoría de predadores que viven en esta época el periodo de caza más fácil de todo el año. El dominio de los leones, la velocidad de los guepardos o la belleza del leo-pardo que suele descansar protegido en las ramas de los árboles hace las delicias de los amantes de la vida salvaje.
Presenciar la gran migración a bordo de un vehículo entre los senderos del parque o subido en un globo aerostático, significa sin duda poder contemplar el mayor espectáculo vivo de la naturaleza.

Zanzíbar, la isla de las especies
Viajar a Zanzíbar es como atravesar el túnel del tiempo y trasladarnos a los escenarios donde transcurren las fantásticas historias narradas en los «Cuentos de las Mil y Una Noches». Al lado de estas aventuras imaginarias, fruto de mentes inspiradas por el exotismo de una isla mitad africana, mitad árabe, encontramos hechos reales no menos legendarios. Se trata de las expediciones realizadas a medianos del siglo XIX por las tierras del interior de África, en aquel tiempo inhóspitas, que tenían como punto de partida la isla de Zanzíbar.
Situada a 36 kilómetros de la costa oriental africana, era el lugar idóneo para la provisión de víveres y porteadores necesarios para emprender aquellos viajes. Así lo hicieron, entre otros, el mítico explorador y misionero escocés David Livingstone y el tenaz periodista Henry Morton Stanley, que partió en busca del primero y fue autor de la célebre frase que pronunció tras encontrarlo a orillas del lago Tanganika «¿El Doctor Livingston, supongo?»
Zanzíbar engloba un pequeño archipiélago del Océano Índico, separado de la costa oriental africana por un estrecho canal. La isla principal del mismo nombre, con una superficie de 1.658 kilómetros cuadrados, es el objetivo de un turismo especialmente intenso entre junio y septiembre, la temporada menos lluviosa.

El carácter islámico de Zanzíbar, nombre que proviene del farsi (lengua persa) antiguo «zend-jibar», «tierra de negros», se evidencia en las numerosas y concurridas mezquitas que encontramos por doquier.
La visita isleña puede dividirse en dos etapas claramente diferenciadas. La primera consiste en conocer la ciudad propiamente dicha, situada en la costa oeste de la isla, con los monumentos que permiten hacernos una idea de la época en que era uno de los sultanatos más prósperos del mundo árabe. La segunda se nos presenta en forma de excursiones a diversos puntos de la geografía isleña donde, además de ver numerosas ruinas en un estado desigual de conservación, se incluyen visitas a las plantaciones de especias así como ratos de relax en las distintas playas.
El núcleo de la ciudad de Zanzíbar, conocido con el nombre de Stone Town o Ciudad de Piedra, conserva parte de la arquitectura construida
durante el período de máximo esplendor. Su época dorada comenzó a finales del siglo XVII, cuando estaba bajo el dominio de los árabes de Omán, tras casi dos siglos de ocupación portuguesa. Convertida en sultanato dependiente de la capital omaní Mus-ca!, era el punto de partida y llegada de las expediciones que iban a buscar marfil y esclavos a los territorios del interior de África.
Hoy Zanzíbar representa el colofón perfecto a un viaje por el interior de las tierras africanas. Las cálidas aguas del Índico contribuyen al descanso y permiten conservar África en la memoria.
DATOS GENERALES
Climatología: Clima templado en la meseta interior, húmedo y tropical en la franja costera y las islas. Mayores precipitaciones en abril, mayo, noviembre y diciembre. Mejor época: de junio a octubre.
Capital: Dodoma
Moneda: Chelín tanzano
Idioma: Swahili e inglés
Sistema político: República unitaria
Superficie: 885.987 Km2
Población: 29.461.000 habitantes
Densidad de población: 33,3 hab/Km2
Diferencia horaria: 2 h. más que España.
Requisitos de entrada: Pasaporte en regla y un visado que se puede obtener a la llegada tanto en el aeropuerto de Dar es Salam, como en Namanga, la clásica frontera entre Kenia y Tanzania.
Precauciones sanitarias: Profilaxis contra la malaria, no beber agua del grifo y consumir alimentos previamente cocinados.
Gastronomía: Arroces con especias, empanadillas, pescados y mariscos en áreas costeras, comida oriental y árabe.
Compras: Tallas de madera, cofres de Zanzíbar, artesanía en cobre, cesteria, piedras preciosas y semipreciosas, objetos de plata, especias.
Religión: 45% animistas, 30% cristianos, 20% musulmanes, 5% hindúes.

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